miércoles, 9 de junio de 2010

A way of giving thanks

En la Revísta de la Compañía de Jesús  www.companymagazine.org/v133/roses.html (creada:5/23/96 y actualizada 6/22/96), José Francisco Navarro SJ, miembro de la provincia jesuita del Perú, le hizo una entrevista a Miguel Aguayo titulada: "Giving Roses". En ella, llama la atención la percepción que tiene del trabajo que realiza como jesuita, artista y maestro. "El trabajo de regalar rosas me tocó a mí.", haciendo referencia a un proverbio árabe: "pan para el cuerpo, y una rosa para el espíritu".

¿Sabes tú qué es la rosa, qué es el aire
en el arpa esmeralda de los fresnos?
¿Y qué sabes del mar; qué de lo eterno
en su rítmico son; qué es el anhelo
y qué la trabazón de las angustias,
del llanto, de la muerte, del ensueño?
Miguel Aguayo

"Usted tiene la reputación de ser un maestro querido y respetado por sus alumnos. ¿Qué significa para usted enseñar?"  Le preguntó en esa ocasión el padre José Francisco Navarro SJ.
"Como jesuita el poder mostrar a otros un cierto camino, una cierta manera de vivir la vida, de ver el mundo. Ya que la persona que sabe algo, debe y tiene que mostrar a otros cómo hacerlo. De lo contrario, acaba  siendo egoísta, es como tirar por la ventana todo la experiencia que has vivido. Ser profesor me da la maravillosa oportunidad de realizar el trabajo más bello del mundo: cultivar un intelecto."

En la antigua Ibero de Cerro de las Torres, en el tiempo de los llamados “gallineros”, según la época del año o hacía mucho frío o mucho calor en los salones de clase.  En primavera, con el calor, a Miguel le gustaba dar clase en los jardines de la Ibero. Era común verlo con sus alumnos alrededor de él sentados en un círculo sobre el pasto.
Siempre rodeado de jóvenes, tanto chicos como chicas. Elegía lugares de la Universidad en donde fuera fácil ubicarlo. Se le podía encontrar afuera de la cafetería y ahora en el campus de Santa Fé, es muy común encontrarlo en un lugar que él mismo bautizó como: “los cuatro vientos”, un sitio en donde puede ser localizado visualmente con facilidad, desde varios puntos de la Universidad.

Miguel proyecta inconscientemente a sus alumnos el mensaje: “Aquí estoy para tí, si es que quieres acercarte”, creo que es por eso que los atrae como la miel a las abejas.
Siempre decía que el curso era solo un “pretexto” para conocernos, para poder aportar su "granito de arena" en la formación de los jóvenes que llegaban a cada clase. "Hay líneas que tienen que cruzarse", me dijo refiriéndose al por qué el azar le asignaba determinados alumnos.
-“Uno aprende de aquel a quien quiere”- es tal vez una de las frases que más me impresionaron y que jamás olvidaré, y que yo misma trato de aplicar en mi trabajo como maestra.
¡Y que forma de entrar en el corazón de sus alumnos! tiene el don de “tocar y acariciar” el alma, de orientarla hacia Dios, ese tan suyo, tan personal por el que tiene un amor que contagia. “-Quiero que cada vez que consagro, El se quede conmigo, porque le guste el alma que encuentra-”
Expresar mis recuerdos y lo que he conocido de Miguel a través de muchos años, es una forma de agradecerle su gran generosidad por compartir sus experiencias, su arte, por esas “rosas”...

Al paso de los años, descubrí con gran gusto, que hemos sido muchos desde hace mucho tiempo, los alumnos que hemos recibido su influencia, con la misma gran intensidad.
Cuando Miguel fue tan generoso de compartir conmigo algunos de sus recuerdos, puso en mis manos cartas, recados (de los que se dan como agradecimiento a los profesores muy queridos, cuando finaliza el semestre) que realmente me dejaron muy sorprendida...
Podía reconocerme en los sentimientos de otros alumnos suyos; ¡esos recados y cartas podrían incluso, haber sido escritos por mí!
No puedo dejar de reproducir algunos de ellos, guardando -por supuesto- discreción en cuanto a la identidad de las personas que los escribieron, respetando el contenido emocional que tienen. No es necesario comentarlos, hablan por sí mismos...







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