sábado, 12 de junio de 2010

A manera de Introducción (de explicación y disculpa)

Es difícil para mí expresar la variedad de sentimientos encontrados, durante la realización de este trabajo.
Cuando pienso en  el maravilloso material -fotográfico, documental, periodístico- que incluye: cartas, diarios, álbumes fotográficos, apuntes, cintas de programas radiofónicos... entre otras cosas, que he revisado para la elaboración de este documento, inmediatamente me asalta la idea de no ser merecedora de tenerlo entre mis manos y mucho menos de escribir sobre Miguel Aguayo. ¿Por qué?, porque sé que hay quienes lo podrían hacer y lo han hecho muchísimo mejor que yo, y que Miguel así lo merece. Como es el caso del libro de Margarita Hanhausen, Patricia Pérez Walters y Leonor Morales: "La pintura y la palabra: dos artistas jesuitas mexicanos: Gonzalo Carrasco, 1859-1936, Miguel Aguayo, 1934- ", publicado por la Universidad Iberoamericana en 2005, que es el primero sobre su persona y su obra.
De hecho no pretendo realizar ningún análisis de su obra plástica o de su trabajo literario -¡ni lo mande Dios!-, ya que de ninguna manera estoy calificada para hacerlo. Un estudio de este tipo sigue aún en espera de realizarse.
De ahí la explicación que me siento obligada a ofrecer...
Mi principal propósito, fue recopilar y digitalizar la información oportuna de su archivo personal en un solo documento, en donde también se puediera consultar un Catálogo -lo más completo posible- de sus cuadros, esculturas, libros, y composiciones musicales, ya que no hay que olvidar, que se trata de un artista polifacético y prolífico.
Por otro lado -y lo considero la parte medular- presentar el lado humano del artista, como: jesuita, amigo y profesor, desde mi perspectiva como ex-alumna suya.

En el año de 1982, tuve la oportunidad de ser alumna de Miguel Aguayo en la Universidad Iberoamericana de Cerro de las Torres ("los gallineros"). En ese momento Miguel tenía la edad que yo tengo ahora.
Me convertí en una ferviente admiradora de su trabajo artístico (especialmente de sus libros). Y como tal, investigué todo lo que pude acerca de él, de su persona, su vida, sus gustos, y su obra.  Había leído, re-leído y comprado todos sus libros disponibles; visitaba una pequeña librería, en pleno centro de la ciudad de México en donde vendían los libros de Editorial Jus (la que edita sus libros).
Formé un pequeño archivo en donde guardaba fotos, las que yo misma tomé en los cursos, o de las revistas de la universidad. Conseguí las copias de la "Enciclopedia Mexicana", donde aparece una breve biografía y su trayectoria (hasta ese momento) como pintor y escritor mexicano.
A partir de 1983, comencé a tratar de descifrar por mi cuenta, que era lo que como artista quería expresar. En clase nos mencionó que un escritor y un artista, en general, tienen “algo” que decirnos; una especie de tema o mensaje que se repite en su obra, de diferentes formas.
Pienso que después de leer y re-leer tantas veces sus libros, como lo hice en ese tiempo, hubiera sido muy sencillo acercarme a Miguel para preguntarle directamente algunas dudas y conocer sus opiniones o intercambiar ideas.
Sin embargo, -por mi carácter reservado de aquella época- se me hacía muy difícil. Debo decir que en ese momento veía, con bastante envidia por mi parte, como mis compañeros y compañeras de clase  platicaban con él, con toda tranquilidad. Siempre había alguien a su lado y era muy solicitado por sus alumnos; para mí la personalidad del artista resultaba muy deslumbrante y ese sentimiento no me permitía acercarme por lo menos no para lo que yo quería saber o decirle; el profesor y el sacerdote, eran otra cosa ¡muy diferente!...de hecho nunca desaprovechaba la oportunidad de saludarlo, o  darle toda cantidad de objetos que a esa edad (18 años) se me ocurrieron, como: muñequitos, tarjetas, dulces, toda serie de chácharas inservibles. 
De manera que tuve la idea de escribirle todo aquello que yo pensaba acerca de sus libros y sus cuadros, las relaciones que había encontrado entre sus personajes, entre los temas de sus libros y su pintura..., lo que su obra artística había significado para mí en cuanto a crecimiento personal y espiritual. Así como algunas de las preguntas que tenía acerca del significado de algunos poemas y cuadros.
Le pedí que lo leyera -sin decirle de qué se trataba- y que luego me diera su opinión.


Su influencia sobre mí fue más allá que simplemente la del gusto  e interés por el arte…
La experiencia de Dios que se descubre en su obra me cautivó. Así que tuve la necesidad de conocer sobre la espiritualidad ignaciana, en parte para entender la perspectiva desde donde Miguel veía la vida y realizaba su obra artística, pero sobre todo para integrarla a la mía propia.
Curiosamente nunca fue Miguel quien me guió en los “Ejercicios Espirituales”, por ejemplo. El no estaba dentro del Programa "formal" de Pastoral Universitaria, guiando retiros o grupos de vida cristiana. Y lo menciono, porque siempre he tenido la convicción de que el trabajo pastoral del padre Aguayo - importantísimo-, ha sido de "uno a uno" en sus alumnos, dejando en ellos una huella imborrable.
Toda su influencia espiritual ha sido fuerza, sostén y consuelo a través de mi vida, y a mi vez he querido transmitirla a mi hija y en la medida de lo posible a mis alumnos universitarios.
He trabajado en la Universidad Iberoamericana como maestra, por más de 20 años y en el terreno magisterial, Miguel es una inspiración constante en mi trabajo. Como él, siempre he participado en el programa de Formación Integral.
La convicción de "formar personas", no solo el aspecto académico de los cursos, ha sido para mí uno de sus legados. El interés personal que siempre manifiesta por cada uno de sus alumnos, su disposición a escucharlos lo ha hecho un profesor muy querido en la Ibero.








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