Aguayo: "Porque el corazón me lleva..."

lunes, 19 de marzo de 2012

sábado, 12 de junio de 2010

A manera de Introducción (de explicación y disculpa)

Es difícil para mí expresar la variedad de sentimientos encontrados, durante la realización de este trabajo.
Cuando pienso en  el maravilloso material -fotográfico, documental, periodístico- que incluye: cartas, diarios, álbumes fotográficos, apuntes, cintas de programas radiofónicos... entre otras cosas, que he revisado para la elaboración de este documento, inmediatamente me asalta la idea de no ser merecedora de tenerlo entre mis manos y mucho menos de escribir sobre Miguel Aguayo. ¿Por qué?, porque sé que hay quienes lo podrían hacer y lo han hecho muchísimo mejor que yo, y que Miguel así lo merece. Como es el caso del libro de Margarita Hanhausen, Patricia Pérez Walters y Leonor Morales: "La pintura y la palabra: dos artistas jesuitas mexicanos: Gonzalo Carrasco, 1859-1936, Miguel Aguayo, 1934- ", publicado por la Universidad Iberoamericana en 2005, que es el primero sobre su persona y su obra.
De hecho no pretendo realizar ningún análisis de su obra plástica o de su trabajo literario -¡ni lo mande Dios!-, ya que de ninguna manera estoy calificada para hacerlo. Un estudio de este tipo sigue aún en espera de realizarse.
De ahí la explicación que me siento obligada a ofrecer...
Mi principal propósito, fue recopilar y digitalizar la información oportuna de su archivo personal en un solo documento, en donde también se puediera consultar un Catálogo -lo más completo posible- de sus cuadros, esculturas, libros, y composiciones musicales, ya que no hay que olvidar, que se trata de un artista polifacético y prolífico.
Por otro lado -y lo considero la parte medular- presentar el lado humano del artista, como: jesuita, amigo y profesor, desde mi perspectiva como ex-alumna suya.

En el año de 1982, tuve la oportunidad de ser alumna de Miguel Aguayo en la Universidad Iberoamericana de Cerro de las Torres ("los gallineros"). En ese momento Miguel tenía la edad que yo tengo ahora.
Me convertí en una ferviente admiradora de su trabajo artístico (especialmente de sus libros). Y como tal, investigué todo lo que pude acerca de él, de su persona, su vida, sus gustos, y su obra.  Había leído, re-leído y comprado todos sus libros disponibles; visitaba una pequeña librería, en pleno centro de la ciudad de México en donde vendían los libros de Editorial Jus (la que edita sus libros).
Formé un pequeño archivo en donde guardaba fotos, las que yo misma tomé en los cursos, o de las revistas de la universidad. Conseguí las copias de la "Enciclopedia Mexicana", donde aparece una breve biografía y su trayectoria (hasta ese momento) como pintor y escritor mexicano.
A partir de 1983, comencé a tratar de descifrar por mi cuenta, que era lo que como artista quería expresar. En clase nos mencionó que un escritor y un artista, en general, tienen “algo” que decirnos; una especie de tema o mensaje que se repite en su obra, de diferentes formas.
Pienso que después de leer y re-leer tantas veces sus libros, como lo hice en ese tiempo, hubiera sido muy sencillo acercarme a Miguel para preguntarle directamente algunas dudas y conocer sus opiniones o intercambiar ideas.
Sin embargo, -por mi carácter reservado de aquella época- se me hacía muy difícil. Debo decir que en ese momento veía, con bastante envidia por mi parte, como mis compañeros y compañeras de clase  platicaban con él, con toda tranquilidad. Siempre había alguien a su lado y era muy solicitado por sus alumnos; para mí la personalidad del artista resultaba muy deslumbrante y ese sentimiento no me permitía acercarme por lo menos no para lo que yo quería saber o decirle; el profesor y el sacerdote, eran otra cosa ¡muy diferente!...de hecho nunca desaprovechaba la oportunidad de saludarlo, o  darle toda cantidad de objetos que a esa edad (18 años) se me ocurrieron, como: muñequitos, tarjetas, dulces, toda serie de chácharas inservibles. 
De manera que tuve la idea de escribirle todo aquello que yo pensaba acerca de sus libros y sus cuadros, las relaciones que había encontrado entre sus personajes, entre los temas de sus libros y su pintura..., lo que su obra artística había significado para mí en cuanto a crecimiento personal y espiritual. Así como algunas de las preguntas que tenía acerca del significado de algunos poemas y cuadros.
Le pedí que lo leyera -sin decirle de qué se trataba- y que luego me diera su opinión.


Su influencia sobre mí fue más allá que simplemente la del gusto  e interés por el arte…
La experiencia de Dios que se descubre en su obra me cautivó. Así que tuve la necesidad de conocer sobre la espiritualidad ignaciana, en parte para entender la perspectiva desde donde Miguel veía la vida y realizaba su obra artística, pero sobre todo para integrarla a la mía propia.
Curiosamente nunca fue Miguel quien me guió en los “Ejercicios Espirituales”, por ejemplo. El no estaba dentro del Programa "formal" de Pastoral Universitaria, guiando retiros o grupos de vida cristiana. Y lo menciono, porque siempre he tenido la convicción de que el trabajo pastoral del padre Aguayo - importantísimo-, ha sido de "uno a uno" en sus alumnos, dejando en ellos una huella imborrable.
Toda su influencia espiritual ha sido fuerza, sostén y consuelo a través de mi vida, y a mi vez he querido transmitirla a mi hija y en la medida de lo posible a mis alumnos universitarios.
He trabajado en la Universidad Iberoamericana como maestra, por más de 20 años y en el terreno magisterial, Miguel es una inspiración constante en mi trabajo. Como él, siempre he participado en el programa de Formación Integral.
La convicción de "formar personas", no solo el aspecto académico de los cursos, ha sido para mí uno de sus legados. El interés personal que siempre manifiesta por cada uno de sus alumnos, su disposición a escucharlos lo ha hecho un profesor muy querido en la Ibero.








viernes, 11 de junio de 2010

¿Quién es Miguel Aguayo?





Padre Miguel Aguayo S.J.
Jesuita, pintor, escritor, maestro...El "único mazatleco nacido en la Cd. de México" -como el mismo se presenta-Definitivamente un artista y “un hombre de Dios”. Un muy querido maestro de la Universidad Iberoamericana, en la ciudad de México. Su influencia sobre muchas generaciones de jóvenes ha ido más allá del arte…La profunda espiritualidad que reflejan sus libros y poemas, los temas de sus cuentos y el manejo que de ellos hace, denotan a una persona con un gran conocimiento y entendimiento del alma y  la naturaleza humanas,  del comportamiento del hombre. Como sacerdote, capaz de entender y perdonar sin escandalizarse.
Recordar mi primer encuentro con Miguel Aguayo, me lleva a mis años de estudiante universitaria.
En aquella época –a principios de los ochentas- los jesuitas asignados a la Ibero parecían no querer darse a notar entre los estudiantes. Sin embargo, Miguel actuaba cabalmente en su doble vertiente como profesor y sacerdote.
“Sé de qué manera los muchachos –chicos y chicas- se ponen en tus manos enteramente, cuando así lo deciden una vez que te conocen y confían en ti” me escribió muchos años después al compartir conmigo algunas de las cartas, recados y textos que guardaba de sus alumnos.
“Sé también del peligro de la ambigüedad de sentimientos que los jóvenes pueden experimentar en algunas situaciones, y de lo importante que es ese momento para que de él aflore el adulto que llegará a ser”.
En mi caso personal como alumna, el terreno que Miguel encontró al principio de su curso, fue bastante árido…
Era mi quinto semestre de la licenciatura en Nutrición y Alimentos.
Desde que comencé a cursar las materias del Área de Reflexión Universitaria, quise inscribirme en una: “El teatro como participación viva”; era mi gran ilusión.
Sin embargo, por alguna extraña y ahora sé afortunada razón, nunca en varios semestres lo logré y no me quedó más remedio que apuntarme en una clase de literatura: “Narrativa Latinoamericana Contemporánea”, con un profesor del que nadie me supo dar referencias (ya que siempre nos asesorábamos entre los mismos compañeros), un tal Miguel Aguayo…
Casi recién llegado de Europa y reinstalado en la Ibero, donde ejercía como profesor en varios departamentos -y desde hacía ya mucho tiempo- era entonces un hombre de unos cuarenta y pocos años, delgado, con un timbre de voz fuerte e inconfundible.
En aquella época según recuerdo, fumaba mucho en clase, siempre con una boquilla negra que tenía un anillo dorado y que me llamaba mucho la atención. Siempre salía a relucir junto con una cigarrera negra de piel.
El primer día de clase, hizo una curiosa presentación de sí mismo: “Soy el único mazatleco nacido en el Distrito Federal”, mencionó entre otras cosas.
Nos dijo que era escritor, qué libro llevaríamos como guía en el curso, y casi como haciendo en broma referencia a mi caso: “Sé que la mayoría no está aquí por horario, o por que no pudo tomar otra materia”.
Y para finalizar: “… como a mi me chocaba que me dieran clase el primer día, nos vemos el próximo jueves”.

¿Escritor?, eso fue lo único que sí me llamó la atención.

La apatía y frustración iniciales con las que asistía, se fueron transformando poco a poco en interés y gusto. El tiempo prácticamente “volaba” y no recuerdo algún otro curso en donde me sintiera verdaderamente enojada porque llegara el final de la clase.
La primera hora se iba tan rápido que invariablemente volteaba a ver el reloj como a las cinco y veinte y me sentía molesta porque ya quedaba muy poco. En una ocasión Miguel se dió cuenta de mi mohín de disgusto cuando veía la hora y me dijo: “¡Ya, ya vamos a terminar!”.
¡Si hubiera él sabido que era justamente lo que yo no quería que sucediera!
Su curso era muy bueno y ¡tan bien manejado!, que aunque no tenía que ver con nada que fuera mi carrera, terminé aprendiendo del tema e interesándome en él. Se podían tomar unos apuntes buenísimos. Realmente Miguel fue el mejor profesor que tuve en toda la licenciatura.
Me asombra como a años de distancia sigo recordando claramente fragmentos de sus clases: así fueron pasando ante mi los escritores románticos, los realistas, el “realismo mágico” de Rulfo, los costumbristas…

Durante su clase Miguel transporta a otro mundo, es de los profesores que captura por la vehemencia con la que se expresa. Ya sea sentado sobre el escritorio o caminando de un lado a otro del salón y mirando hacia el horizonte, habla del romanticismo, del Amor, de la Belleza… “como poseído”, como alguna vez casi le recrimina uno de sus alumnos.
 
Mi joven imaginación de diecinueve años, se preguntaba cómo sería la vida de aquel intenso y emotivo profesor: “Vivo muy cerca, aquí atrás”, nos informó, para explicar la puntualidad con la que llegaba a sus clases. Probablemente en “La Campestre”, pensaba yo. ¿Sólo?...
No mencionaba familia, nada más una señora de servicio que atendía todo lo referente a los quehaceres domésticos.
Para ese entonces, ya nos había hablado sobre su actividad como escritor y pintor.
Y efectivamente, la impresión que daba era la de ser  un artista: una persona rodeada por un halo glamoroso e interesante, con un mundo interior muy suyo e inalcanzable. Parecía que siempre estaba pensando en “algo” o que siempre “algo” le daba vueltas en la cabeza. Sin embargo, observándolo más de cerca se notaba que miraba cuidadosamente a su alrededor y no dejaba de sorprenderse aún de los detalles más pequeños.
Inteligente, carismático y encantador, con ese encanto que fluye de una persona que lleva los sentimientos y el corazón a flor de piel...





jueves, 10 de junio de 2010

Pinceladas Biográficas.


De una distinguida familia mazatleca -el menor de cinco hijos- nace en el Distrito Federal un 6 de Abril .
"Era técnicamente imposible que naciera" -dice Miguel-. " Mi familia -de entonces cuatro hijos- ya estaba prácticamente completa”. Sin embargo, su madre descubre que está embarazada, con un alto riesgo y decide sin más, hacer todo lo posible para que se logre su embarazo.
Al ver tal decisión, su padre decide enviarla a la Ciudad de México para que fuera atendida lo mejor posible, según los avances de la época. Era el año de 1934…
Su madre, una maravillosa mujer -sensible, piadosa, culta y educada-, fue desde mi punto de vista una pieza clave en el desarrollo de sus vocaciones, tanto la religiosa como la artística. Siempre preocupada por los menos afortunados, parte de su tiempo lo dedicaba al trabajo comunitario, por lo que era conocida y querida en su ciudad.
Los López Urbina, eran una familia de artistas. Su tío-abuelo fue el gran poeta y escritor Luis G. Urbina.  Una de sus tías, pianista consumada, era especialista en interpretar a Chopin. Muchas noches, de pequeño, Miguel se dormía escuchándola.
Vivía rodeado de un ambiente  de arte, libros y cultura. Inclusive comenzó a aprender alemán, con una vecina amiga de su mamá.
La casa familiar se encontraba muy cerca de la playa, en Mazatlán; muchas tardes el pequeño Miguel acudía a observar el atardecer y la puesta de sol. Disfrutaba tanto del espectáculo, que en varias ocasiones olvidó donde había dejado los zapatos y regresaba a casa sin ellos. Su mamá no lo castigaba, siempre y cuando le describiera cómo había sido "ese" atardecer, ya que ninguno era igual a otro...
A edad temprana quedó huérfano de padre, al fallecer en un accidente automovilístico. Su hermano Benjamín tomó las riendas del negocio familiar y quedó a cargo de la familia, convirtiéndose en una figura paterna para Miguel.
Su familia se preocupó porque su educación académica fuera muy buena. Siempre en escuelas prestigiosas, como la Universidad Militar Latinoamericana. Muchas de las experiencias vividas en esta etapa, le dejaron una profunda huella, que posteriormente inspiraría fragmentos de algunos de sus libros.
En  la época de la adolescencia asistía a clases de pintura, durante los veranos. El pintor y escultor comenzó a revelarse desde entonces...
Terminada la educación media superior, decide estudiar medicina, para lo cual se traslada a la ciudad de Guadalajara. Su interés era convertirse en cirujano plástico.
El futuro del joven Miguel -talentoso, alegre, carismático, con una bella novia- parecía decidido y muy semejante al de otros jóvenes de su edad.
Sin embargo, ya para terminar sus estudios de medicina, conoce "por casualidad", a un sacerdote jesuita de quien se hace amigo y por quién tiene la oportunidad de asomarse a la vida religiosa de la Compañía de Jesús.
Me sorprenden y emocionan los caminos del Señor; como silenciosamente va preparando desde la niñez las vivencias que transforman el espíritu y que ayudan a que uno sea lo que tiene que ser. Como se cambia un estilo de vida cómodo, y un camino "casi hecho", para ganar un "hombre de Dios".
No me imagino que tan fácil o tan difícil puede ser tomar la decisión de dejarlo todo, para seguir al Señor; nunca se lo he preguntado a Miguel. Pero en su caso, presiento que fue algo natural, "el siguiente paso".
Sus amigos de aquel tiempo, no pensaban que iba a durar en el Seminario. De hecho, como despedida, le organizaron una animada fiesta en la playa: -"va a regresar"-, creían algunos.
Pero no fue así...
Los años de formación fueron intensos, algunas veces difíciles, pero como se puede entrever en sus libros, de un gran crecimiento espiritual y una gran vida interior. Creo que lo más complicado fue el seguir desarrollando al artista en el Seminario. Era muy poco el tiempo que le quedaba para escribir. Tenía que aprovecharlo al máximo. Como alguna vez me comentó, jamás ha sentido como otros artistas, la "angustia" del lienzo o el papel en blanco. En su "pantalla mental" siempre imaginaba las escenas de sus libros, como si grabara una película: los diálogos, el escenario, los personajes y llegaba a plasmarlas al papel. Así también visualizaba sus cuadros: las formas, los colores; era ya un proyecto terminado cuando llegaba al lienzo a pintar.
Desafortunadamente, fueron pocos los maestros que lo alentaron en su desarrollo artístico.


















 

miércoles, 9 de junio de 2010

A way of giving thanks

En la Revísta de la Compañía de Jesús  www.companymagazine.org/v133/roses.html (creada:5/23/96 y actualizada 6/22/96), José Francisco Navarro SJ, miembro de la provincia jesuita del Perú, le hizo una entrevista a Miguel Aguayo titulada: "Giving Roses". En ella, llama la atención la percepción que tiene del trabajo que realiza como jesuita, artista y maestro. "El trabajo de regalar rosas me tocó a mí.", haciendo referencia a un proverbio árabe: "pan para el cuerpo, y una rosa para el espíritu".

¿Sabes tú qué es la rosa, qué es el aire
en el arpa esmeralda de los fresnos?
¿Y qué sabes del mar; qué de lo eterno
en su rítmico son; qué es el anhelo
y qué la trabazón de las angustias,
del llanto, de la muerte, del ensueño?
Miguel Aguayo

"Usted tiene la reputación de ser un maestro querido y respetado por sus alumnos. ¿Qué significa para usted enseñar?"  Le preguntó en esa ocasión el padre José Francisco Navarro SJ.
"Como jesuita el poder mostrar a otros un cierto camino, una cierta manera de vivir la vida, de ver el mundo. Ya que la persona que sabe algo, debe y tiene que mostrar a otros cómo hacerlo. De lo contrario, acaba  siendo egoísta, es como tirar por la ventana todo la experiencia que has vivido. Ser profesor me da la maravillosa oportunidad de realizar el trabajo más bello del mundo: cultivar un intelecto."

En la antigua Ibero de Cerro de las Torres, en el tiempo de los llamados “gallineros”, según la época del año o hacía mucho frío o mucho calor en los salones de clase.  En primavera, con el calor, a Miguel le gustaba dar clase en los jardines de la Ibero. Era común verlo con sus alumnos alrededor de él sentados en un círculo sobre el pasto.
Siempre rodeado de jóvenes, tanto chicos como chicas. Elegía lugares de la Universidad en donde fuera fácil ubicarlo. Se le podía encontrar afuera de la cafetería y ahora en el campus de Santa Fé, es muy común encontrarlo en un lugar que él mismo bautizó como: “los cuatro vientos”, un sitio en donde puede ser localizado visualmente con facilidad, desde varios puntos de la Universidad.

Miguel proyecta inconscientemente a sus alumnos el mensaje: “Aquí estoy para tí, si es que quieres acercarte”, creo que es por eso que los atrae como la miel a las abejas.
Siempre decía que el curso era solo un “pretexto” para conocernos, para poder aportar su "granito de arena" en la formación de los jóvenes que llegaban a cada clase. "Hay líneas que tienen que cruzarse", me dijo refiriéndose al por qué el azar le asignaba determinados alumnos.
-“Uno aprende de aquel a quien quiere”- es tal vez una de las frases que más me impresionaron y que jamás olvidaré, y que yo misma trato de aplicar en mi trabajo como maestra.
¡Y que forma de entrar en el corazón de sus alumnos! tiene el don de “tocar y acariciar” el alma, de orientarla hacia Dios, ese tan suyo, tan personal por el que tiene un amor que contagia. “-Quiero que cada vez que consagro, El se quede conmigo, porque le guste el alma que encuentra-”
Expresar mis recuerdos y lo que he conocido de Miguel a través de muchos años, es una forma de agradecerle su gran generosidad por compartir sus experiencias, su arte, por esas “rosas”...

Al paso de los años, descubrí con gran gusto, que hemos sido muchos desde hace mucho tiempo, los alumnos que hemos recibido su influencia, con la misma gran intensidad.
Cuando Miguel fue tan generoso de compartir conmigo algunos de sus recuerdos, puso en mis manos cartas, recados (de los que se dan como agradecimiento a los profesores muy queridos, cuando finaliza el semestre) que realmente me dejaron muy sorprendida...
Podía reconocerme en los sentimientos de otros alumnos suyos; ¡esos recados y cartas podrían incluso, haber sido escritos por mí!
No puedo dejar de reproducir algunos de ellos, guardando -por supuesto- discreción en cuanto a la identidad de las personas que los escribieron, respetando el contenido emocional que tienen. No es necesario comentarlos, hablan por sí mismos...







martes, 8 de junio de 2010

"Trigo Verde"... el libro.

Un excelente artículo que publicaba el INBA (creo) de una serie que se llamó “Un escritor se confiesa”, en donde él fue uno de los escritores que en aquel tiempo se presentaron en Bellas Artes para hacer una semblanza de su obra y hablar de su vida.

Ese artículo fue muy orientador para mi, porque empecé a encontrar muchas similitudes entre aspectos biográficos de su vida, con pasajes de su novela “Trigo Verde”, sobre todo, y con algunos personajes de sus cuentos.
En algún lugar leí que su obra tenía mucho de “confesional”, entonces era cuestión de de “leer entre líneas” para poder separar a los personajes de la persona y tener más datos sobre su vida.
A partir de 1983, cuando ya no era posible tomar otro curso con él, comencé a “investigar” por mi cuenta que era lo que él como artista quería expresar. En clase nos había dicho que un escritor y un artista, en general, tiene “algo” que decirnos, una especie de tema o mensaje que se repite en su obra de diferentes formas.

http://www.ict.edu.mx/trigo_verde.pdf











lunes, 7 de junio de 2010

Los lugares de "Trigo Verde"

En dos ocasiones tuve la oportunidad de visitar la tristemente célebre localidad de "Puente Grande" en Jalisco. Y digo "tristemente célebre", porque hoy en día más bien se le conoce por el Penal de Alta Seguridad que se encuentra ubicado ahí.
Sin embargo durante los años sesentas, se encontraba también un importante Centro de Formación de Jesuitas (un noviciado) que actualmente, es una Casa de Ejercicios Espirituales.

Fue en este lugar, donde Miguel Aguayo se formó como jesuita durante el noviciado y en donde escribió su novela, con algunas pinceladas autobiográficas, "Trigo Verde".
En mi búsqueda personal de “lo jesuita”, para entender mejor a Miguel y su obra, acudí aquí a dos retiros.
En ambas ocasiones, me tomé el tiempo para identificar y fotografiar los lugares que se mencionan en el libro.
Como siempre pasa, cuando primero lees un libro y luego ves la película – por ejemplo-,  la realidad es diferente a lo que tu mente había creado, pero de todas formas fue sumamente emocionante identificar y recorrer los lugares de los cuales se habla en el libro: aquellos largos pasillos en donde caminaban en cuaternas dos de frente y dos caminando hacia atrás, esas largas escaleras que debían barrerse de abajo hacia arriba, las camarillas, el refectorio, la capilla, en fin…

Claro está que cuando regresé le mostré esas fotografías a Miguel, quien las veía con gusto, ¿con cierta nostalgia?, no se identificar realmente cual era el sentimiento.
Como él mismo ha dicho, desde el noviciado le resultó todo un reto, integrar su vocación religiosa con la artística. En el silencio del mismo aprendió a "lidiar" con su temperamento artístico y a transformar sentimientos como, ira, tristeza y soledad en poemas o pinturas. También recuerda la presión que ejercieron sobre él algunos superiores, que no fueron muy pacientes durante su proceso personal de integrar ambas vocaciones. Pero sin esa presión él piensa que su trabajo hubiera sido de menor calidad, ya que aprendió a aprovechar el poco tiempo del que disponía para pintar o escribir, siendo muy crítico con él mismo y aprendiendo a seleccionar los colores y las palabras adecuadas, distinguiendo entre "lo bueno" y "lo mejor". Por ello, como el mismo Miguel lo menciona, fueron algunas de esta personas las que lo incentivaron a desahogarse artística y poéticamente y a quienes les debe muy buenos poemas...














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